Lic. y Prof. Alba Imhof.
Docente Investigadora FHUC/UNL.
Tras la pandemia de Covid19, surgieron informes sobre los efectos devastadores de la misma en la economía de muchas poblaciones marginales en Latinoamérica y las consecuencias directas sobre la salud de los ecosistemas relacionados, especialmente en áreas donde el manejo de la biodiversidad forma parte de los usos tradicionales.
La posibilidad de una oferta de turismo de cercanía, al aire libre, en condiciones seguras para el momento que atravesábamos y que no implicaba grandes distancias de traslado ni aglomeraciones masivas, resultó ser una experiencia que abrió posibilidades a un grupo de vecinas y disidencias de la ciudad de Santa Fe, Argentina. Santa Fe se encuentra enclavada en una región de humedales naturales que dependen de varios ríos, entre ellos el río Paraná, uno de los grandes sistemas fluviales de América del Sur.
Uno de los barrios más populares de la ciudad es Alto Verde, un distrito con más de 10.000 habitantes en un contexto de islas, modificadas por el hombre desde la construcción del puerto fluvial a principios del siglo pasado. Esta población, en su origen conformada por los trabajadores del puerto, fue modificándose a lo largo de los años, pero conservando su idiosincrasia en relación al uso de la fauna y flora como parte de la cultura del lugar. La pesca y la caza han sido actividades que forma parte de la vida diaria del poblador local en un entorno de gran diversidad biológica que hoy se halla amenazada por la antropización de los ecosistemas. Si nos adentramos en la isla, cruzando una zona inundable en épocas de creciente, ingresamos al barrio de la Boca. Una calle de arena con casas a ambos lados y una población pequeña de vecinos que disfrutan de dos vistas, al río o al monte nativo, que aún se encuentra en buen estado de conservación.
Alto Verde es un barrio de Santa Fe, Argentina, ubicado en el distrito de la costa, caracterizado por su paisaje isleño y rodeado de ríos, al borde del Canal de Acceso al Puerto.
Desde hace unos años, en una serie de proyectos que la Universidad Nacional del Litoral busca dar nuevas alternativas a sus pobladores, una de las cuales es el turismo comunitario como promotor del desarrollo de los vecinos, pero también como forma de conservación del patrimonio natural y cultural de la zona. A partir de proyectos financiados por la secretaria de Extensión y Cultura y la participación de los Programas Ambiente y Sociedad y Economía Social y Solidaria se iniciaron las acciones en la zona y hoy se cuenta con más de diez socios estratégicos dentro de las organizaciones sociales, municipio y gobierno de la provincia.
El turismo comunitario es una modalidad turística en la que las comunidades locales gestionan y organizan actividades y servicios para los visitantes, promoviendo el respeto por la cultura, el entorno natural y las tradiciones. Este enfoque procura que los beneficios económicos y sociales se distribuyan de manera equitativa entre los habitantes, fomentando el desarrollo sostenible y el fortalecimiento de la identidad local. Las personas que llevan adelante la iniciativa son mujeres y disidencias de ambos barrios, que han adoptado dos modalidades: los vecinos anfitriones, de presencia permanente en las actividades, y los anfitriones eventuales: otros actores sociales del barrio que participan en las actividades en función de las necesidades del grupo: artesanos, músicos, referentes de la cocina lugareña o vecinos que tienen experiencias o productos estacionales para compartir se suman a las actividades en función de las necesidades del evento.
Hoy el emprendimiento forma parte de los catálogos turísticos del municipio local, ha recibido importantes reconocimientos y ofrecen a los visitantes diversas opciones que van desde el tradicional paseo que implica la recorrida a pie por el barrio con paradas en la capilla local, en los pasillos y en el monte nativo a opciones para amantes de la naturaleza, para grupos escolares, estudiantes universitarios o extranjeros que visitan nuestra ciudad. También se han incluido ofertas relacionadas con deportes como kayaks, cabalgatas, bicicletas o caminatas de distinta dificultad.
Las actividades en el monte, en pequeños senderos abiertos a machete por las mujeres locales, permite al visitante la llegada a la costa del río por pequeñas entradas verdes, la observación de aves, reptiles (serpientes, tortugas, yacarés), mamíferos semiacuáticos (coipos y carpinchos) y la riqueza vegetal del monte y los pajonales, generando conciencia sobre la conservación. Durante el recorrido se comparten los saberes tradicionales en relación a la flora y la fauna del lugar. Como la pesca es una actividad tradicional de subsistencia o de venta local, se comparten los conocimientos sobre la diversidad local, los usos, las artes de captura antiguas y contemporáneas y la preocupación de los pobladores locales ante las actividades industriales relacionadas con el recurso, las que han crecido en los últimos tiempos y van en desmedro de los pescadores locales. La pesca como actividad central en muchas islas, puede verse beneficiada si se articulan las normas, con educación ambiental y propuestas de diversificación de los ingresos de los pobladores locales para lograr un equilibrio entre conservación y desarrollo comunitario.
Los grupos siempre son reducidos, se busca no impactar en el entorno ni alterar la dinámica de un barrio de pocos habitantes, la actividad cuenta con el consenso del resto de la comunidad local que no participa activamente pero se ve beneficiada indirectamente por la presencia de los visitantes a través del aumento de los ingresos locales, la revalorización cultural, la conservación apoyada por la comunidad, el control social sobre prácticas extractivas y la educación ambiental tanto para locales como para visitantes. Se trabaja también en la minimización de los posibles efectos negativos de la actividad: contaminación, perturbación de fauna, introducción de especies invasoras, y desigualdad en la distribución de beneficios.
Se ha podido avanzar en actividades relacionadas con ciencia ciudadana, para mapear áreas de pesca en la zona, desove y refugio de fauna; definir los recorridos turísticos que eviten sitios sensibles, se ha elaborado una guía local de la biodiversidad observada en función de las estaciones del año, que incluye mariposas y sus plantas relacionadas, un gran atractivo en la primavera. Se ha comenzado a trabajar en un enfoque de turismo comunitario regenerativo, pensando no solo en mantener el patrimonio natural del lugar sino lograr mejorar la situación ambiental, esto se inspira en las ideas de “culturas regenerativas” entendiendo los destinos turísticos como sistemas interconectados, donde naturaleza, sociedad, economía y cultura deben fortalecerse mutuamente. Se busca que este tipo de turismo no solo reduzca impactos negativos, sino que deje huella positiva, que los destinos mejoren con la actividad turística y las identidades culturales se vean fortalecidas.
El turismo comunitario en zonas de islas representa una herramienta valiosa para la conservación de la fauna y el fortalecimiento de las comunidades locales. Al promover una gestión participativa y sostenible, este enfoque no solo protege el entorno natural y sus especies, sino que también brinda oportunidades de desarrollo económico y social para los habitantes, revalorizando sus saberes y tradiciones. De esta manera, se genera un círculo virtuoso donde la naturaleza y la cultura se potencian mutuamente, asegurando beneficios compartidos y un futuro más resiliente tanto para la biodiversidad como para las personas que habitamos estos territorios.
